1. Nunca uses guías externas, ni almanaques mágicos: pide asesoría a los locales. Eso sí, no te confíes y haz como harías con un médico que te acaba de diagnosticar una enfermedad maligna: pregúntale a uno más y luego a un tercero, así, sumando opiniones llegarás a buen puerto de la mejor forma. (seguir leyendo)
2. Viaja con tiempo, sin prisas, es la mejor forma de ahorrar. Si tienes plazos, fechas, itinerarios y reservaciones, terminarás pagando siempre de más por primar el objetivo, y no el viaje en sí mismo.
3. Viaja por viajar, viaja para descubrir. Si sigues las huellas y pisadas de los demás, estarás copiando, replicando, los andares de otros. El andariego construye su camino y su destino.
4. Viaja ligero, viaja libre, viaja cómodo. Lleva sólo una pieza de lo necesario: una para frío, otra para lluvia, una para sol. Si llevas cosas valiosas, estarás preocupado por dónde dejarlas; si eres ostentoso te mostrarás distinto al resto de la gente del común: eso te limita a encajar con un grupo de gente sencilla que te puede contar la vida del sitio.
5. Date tiempo para reflexionar. No importa que estés solo o acompañado, siempre debes encontrar un momento para escribir y describir, estampar lo que tus sentidos captan: dibuja, redacta, fotografía, graba, estampa, pero sobre todo, hazlo para ti, porque esa es la única manera de crecer intelectualmente: pensando y reflexionando.
6. Mira, siente y no califiques: ni bueno, ni malo, simplemente diferente. Si vas a otros lugares buscando lo que tienes en casa, lo mejor habría sido no salir de tus comodidades. No mires lo que hace falta o lo que no hay; admita lo que tienen y lo que marca una diferencia. Evita a tu diáspora, quien va a otro sitio a vivir con los suyos termina por hacer una suma de falsedades.
7. Al país que fueres... si vas a visitar una cultura es porque la quieres interpretar y para ello debes vivirla: abre los ojos, abre las papilas gustativas y haz como los locales, aunque sea sólo por una vez, y trata de pensar como ellos preguntándoles sus razones y motivos, pero ante todo, míralo todo desde su propia óptica. Siempre serás fuereño, pero podrías ser mejor aceptado y comprender más secretos; fíjate un presupuesto que te obligue a comer donde los locales, es la mejor manera de entenderlos, divirtiéndose como y donde ellos: los locales no comen diario en un restaurante de lujo.
8. Anda, como andariego. El único modo de compensar tu ignorancia sobre el lugar es leyendo los signos del medio: así como desocnocemos el lenguaje de un bosque o de la ciudad, tenemos que aprender a descifrar el idioma del lugar nuevo: sus calles, sus gestos, lo que venden, la forma de negociar, sus quejas, sus añoranzas y esperanzas... todo significa algo y un ejercicio excelente de semiótica es tratar de comprenderlo
9. Cultiva la historia. Todos somos el resultado de la evolución de generaciones y generaciones: es imposible comprender el presente sin mirar al pasado. Leer y estudiar la cronología del sitio que visitas, te permitirá balancear pasado y presente para comprender cómo el ayer ha influido en el comportamiento de hoy.
10. Premia lo natural. Tanto en el campo como en la ciudad existe lo sintético: el hotel que te encierra en un "club", el restaurante que, con una valla, te aisla de la calle, la "posada campestre" escondida entre cuatro paredes y ventanas de plomo, el guía que te lleva sólo por lo más bonito del área y te oculta lo feo... Busca la vida como es: cómo la vive el habitante. Ello no significa poner en riesgo tu seguridad: a donde los locales no van, tú no tienes que ir; si no te es posible camuflar entre la gente, rodéate de amigos o prefiere no asistir: tal vez aún no sea el momento ni el sitio adecuado. No todo caballero andaryego está siempre listo.
11. Saber mucho también ciega: los eruditos suelen ser malos viajeros, porque viven cubiertos de un halo de conocimiento y de superioridad: cuando el ego está tan lleno, es difícil que miren al mundo con otros ojos que no sean los de quien compara, juzga y evalúa. El que sabe que sabe, suele poner una barrera a los nuevos conocimientos, por eso quien viaja debe mantener siempre la cabeza abierta a nuevas experiencias.
12. Amigo, no visitante. La mejor experiencia de viaje es aquella en que llegas como visitante y te vas como amigo. Es algo muy difícil en la realidad, pues no es sencillo distinguir la verdadera amistad de la ficticia, pero un poco de práctica será suficiente para no mentirte a ti mismo y notar el engaño de los demás.
Colombia, Marzo 2007
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