cuando se pierde; se fracasa
cuando se abandona.
(Tomado de Manual de Patrullaje
en ANP – INRENA, Perú)" (1)
Así, el desarrollo sustentable, vendría a agregar un factor más (el recurso natural) a nuestro conocimiento del término desarrollo económico[2] (que busca la mezcla perfecta de recursos humanos y económicos), y a hacerlo un tanto más complicado, pues está claro que ningún modelo económico hasta el momento ha conseguido la fórmula mágica con sólo esas dos variables.
Cierto es también que en el caso de la mayor parte de los países del hemisferio norte, ese desarrollo está un poco más equilibrado, pues si bien las diferencias e inequidades persisten, cierto es también que el acceso a servicios básicos (educación, vivienda, alimentación, agua…) está mucho más a su alcance que en el hemisferio sur, donde las disparidades económicas crecen cada día más[3].
Así pues, el desarrollo sostenible parece más una linda utopía (como decir que el capitalismo o el comunismo son El Modelo) que algo alcanzable para Latinoamérica y sus llamadas naciones en vías de desarrollo.
En 1997 apareció un libro llamado Plowing the Sea[4] que recopilaba la experiencia de los dos autores en su paso laboral por América Latina. La pregunta esencial que se hacían era algo así como: ¿Por qué, si muchos de los que dirigen hoy a los países del sur de América son egresados de escuelas tan prestigiosas como Harvard, Oxford, MIT, etc., estas naciones no han logrado alcanzar el desarrollo? Su conclusión era, en esencia, que existía una amplia diferencia cultural y una total desintegración entre los que intervienen en los distintos sectores de la economía. En su trabajo, los autores proponían algunos casos de estudio, así como áreas de oportunidad por solucionarse.
Hoy, casi 10 años después de la edición de este libro, nuestras naciones, al sur del Río Bravo, se encuentran en una situación muy similar a la de una década atrás: si bien se han controlado las variables macroeconómicas (tipo de cambio, reservas internacionales, balanza comercial), enormes segmentos de la población continúan sin percibir el cambio esperado: más del 40% de la población mexicana y el 54% de la peruana, sólo por citar dos ejemplos, se encuentran en condiciones de pobreza extrema (es decir que viven con menos de un dólar al día). ¿Cómo podemos, con datos tan duros como estos, pensar en el desarrollo sustentable?
Todos los modelos económicos son, ante todo, teorías, cuyos supuestos son casi imposibles de cumplir: en la realidad son mucho más las variables, que en un estudio. Por ello es que tanto el capitalismo como el comunismo, y tantos más, han obtenido sólo logros parciales. Hoy nos encontramos frente a esta nueva idea del desarrollo sustentable (que dicho sea de paso requiere, para su buen funcionamiento, de un comercio justo, de un turismo sustentable, y de tantos términos sustentables y justos como nos podamos imaginar) que predica un aprovechamiento de los factores, equilibradamente, cosa que parece no estar acorde con aquello que conocemos de la especie humana, en la que competencia y explotación parecen ser características ineludibles.
¿Acaso no nos han enseñado que desde los tiempos antiguos han sobrevivido únicamente los más fuertes, los mejor adaptados, los más aptos…? Equilibrio y competencia son términos discordantes.
La condición de lucha en el ser humano es sine qua non[5]. Es precisamente la que creó la rueda y después la máquina de vapor; más tarde, debido a las pugnas, se desarrollaron armas mortíferas, pero ello no debe asustarnos: fue también gracias a esta competición que surgieron descubrimientos como el rayo láser o la energía atómica; los aviones supersónicos y los viajes espaciales. Diré que estamos condenados a la competencia y al avance tecnológico.
Y sin embargo, sería excesivamente sencillo justificar el dominio del hombre por el hombre como algo inalterable y sin solución: aunada a la habilidad de competencia (dada a todos los animales), la raza humana dispone de la inteligencia, que es, al menos en el grado que se le conoce hoy, exclusiva del homo sapiens. Esta razón ha hecho evolucionar, a la par de la técnica, la moral y la racionalidad: somos concientes que existen límites a la rapacidad y depredación.
Parece que no todo está perdido: así como los seres vivos tienden a la homeóstasis[6], (la autorregulación), el ser humano ha creado normas (escritas, como las leyes, u orales, como la tradición), para conseguir ese equilibrio que permite una mejor convivencia social.
En la lejanía se vislumbra una pequeña luz, semejante al haz que emite un faro en una costa desolada y alejada: una señal que nos dice que la tierra se puede alcanzar, porque aunque parezca lejana, que nuestra embarcación esté haciendo agua y los vientos estén en contra nuestra, los humanos sacamos, de quién sabe dónde, fuerzas para llegar al puerto de destino.
EN BUSCA DEL DESARROLLO SUSTENTABLE
Desde mi punto de vista, el desarrollo sustentable no será alcanzable en las condiciones de inequidad de los 6’000 millones de humanos, a menos que se solventen los 5 aspectos básicos que enlisto y explico a continuación. He intitulado “Propuesta del Justo Valor”.
Revalorización de los productos del agro
Replanteo del valor del recurso humano entre los factores de la producción
Regulación de los precios de reventa e intermediación
Reconocimiento de la importancia del pequeño productor que emplea técnicas naturales y de herencia cultural
Dotación de factores tecnológicos al campo para su reapreciación (Calidad de Vida)
Seguramente harán falta precisiones y posterior investigación: el tema no es sencillo y obviamente ha sido abordado por distintos autores. Mi interés es presentar lo que considero una opción viable, necesaria y alternativa a nuestros mecanismos naturales de pensamiento, en el entendido que las ideas planteadas deben ser complementadas.
Tal vez la propuesta tendrá entre sus detractores a quienes sugieren que nuestro mundo en sociedad es el resultado de la autorregulación humana y no de los sistemas de leyes. A ellos les pido, antes de negarlo rotundamente, suponer que las reglas pueden contribuir a un equilibrio que otorgue alternativas de crecimiento más armónico de la sociedad
1. REVALORIZACIÓN DE LOS PRODUCTOS DEL AGRO
¿Alguna vez nos hemos preguntado porqué el precio del tomate en el mercado alcanza precios muy altos y unos cuantos meses después puede costar sólo la décima parte? Muchos responderán que esto obedece a las leyes del mercado, cosa totalmente cierta, pero ¿Acaso el costo de los insumos necesarios (tierra, mano de obra, fertilizantes) varía también de acuerdo con la oferta y la demanda?
Las flores tienen, en el mercado del mayoreo, el mismo comportamiento que todos los productos agropecuarios: se ajustan a la oferta y demanda. Cuando el día de Madres o de San Valentín se acerca, los productos suben de precio debido a la escasa oferta; por el contrario, en épocas de alta producción, los precios descienden tanto que ni siquiera recuperan los costos. Normal, dirán algunos, pero, ¿se han preguntado porqué los precios de venta de los arreglos que produce el florista no cambian?
El florista no cambia sus precios porque, para comenzar, sus costos (fijos y variables) no cambian de acuerdo con el ciclo de producción del campesino: siempre pagará la misma renta, mano de obra (al menos en lo que corresponde a los trabajadores de tiempo completo), e incluso el precio de otros insumos (canastas, bases, artículos no perecederos). El costo de las flores pasa a ser, para él, sólo uno de tantos (y sin embargo, su negocio es vender flores), mientras que el productor únicamente depende de él.
Esta relación comercial no está reconociendo un valor justo al insumo del campo. Es preciso ajustar a la alza los precios de los productos agropecuarios para que reflejen todos los costos de producción: horas de trabajo empleadas, (que el campesino tiende a no contabilizar), costo del agua y de la energía utilizada, más un factor “X” que representaría el costo de oportunidad de la inversión de ese dinero ahí y no en otro factor de la producción, por ejemplo, ¿qué pasaría si en lugar de producir pongo un albergue?
Si el campo se hace más atractivo porque la ganancia obtenida de la producción es mayor, cada quien estará interesado en tener su propia producción con sobrantes para comercialización: esto último podría revertir el proceso migratorio campo-urbe y la reducción de los cinturones de miseria. En el largo plazo, el avivamiento del interés por la producción en el campo podría contribuir a la reducción de las hambrunas que padece el mundo.
El ecoturismo es un ejemplo claro de la revalorización del campo: en el pasado las tierras alejadas e inútiles a los agronegocios tenían un valor casi nulo, sin embargo, a raíz del interés por los “espacios verdes”, éstas han aumentado en valor, al grado de ser, en algunos casos, más valiosas sin intervención humana, que con ella.
2. REPLANTEO DEL VALOR DEL RECURSO HUMANO ENTRE LOS FACTORES DE LA PRODUCCIÓN
Una causa de los grandes desequilibrios económicos ha sido la de considerar a la mano de obra como uno más de los factores de la producción. Se dice que un sueldo menor es equivalente a un menor costo de producción, no obstante, a pesar de la veracidad de la afirmación, hay una implicación mayor: la mano de obra participa también como un componente que modifica al mercado. Ello, lejos de favorecer la competitividad, la perjudica, pues un país no puede basar su estrategia de competencia mundial en una mano de obra barata (que es sinónimo de poco especializada y educada). Así, aunque un menor sueldo representa a simple vista un costo bajo (en la integración de precio de producto), en el fondo significa menos consumo, lo que reimpulsa el círculo vicioso de una economía pobre, que sin ingresos suficientes carece de poder de compra y por ende se queda sin poder de invención (¿para qué producir si nadie tiene el dinero para consumirlo?), lo que al final la convierte en un ciclo económico negativo o decreciente.
Los márgenes de diferencia entre los sueldos (en las distintas jerarquías) son muy marcados. Es necesario fijar un ingreso mínimo que satisfaga realmente las necesidades de desarrollo, para integrar a los trabajadores a la cadena de consumo.
Al incrementarse los porcentajes de PTU (Participación de los trabajadores en las utilidades), el trabajador se sentiría más integrado a su empresa: a mayores ganancias de la compañía, mayores ingresos. Se debe evitar el alto distanciamiento entre los sueldos, pues son el origen de los desequilibrios.
3. REGULACIÓN DE LOS PRECIOS DE REVENTA E INTERMEDIACIÓN
Cuando se realizan transacciones en el campo, tienden a hacerse en grandes volúmenes (se producen toneladas de cada producto), lo que pone normalmente una fuerte presión sobre la negociación: un campesino que tiene en su finca una producción grande de, digamos, mangos, siente mucha presión por lograr una rápida venta, pues de no hacerlo así, el producto puede perecer y él quedarse sin ingreso alguno.
Así, prefiere obtener un precio bajo, pero que le dé cierta seguridad en la liquidez, y es ahí donde los costos de producción, el valor de mano de obra y el costo de oportunidad pasan a ser parte de la historia: todo se sacrifica ante un comprador que promete adquirir todo el lote a un costo despreciable, pero a cambio garantiza el pronto pago.
En cambio, el comprador de este producto agropecuario lo venderá en menores cantidades, normalmente en unidades de medio mayoreo o menudeo, lo que le permitirá negociarlo en lotes pequeños, a mejor precio. Probablemente el precio final de ese producto se multiplique por cuatro o cinco en el momento de su venta al consumidor final. ¿Acaso esto permite generar precios justos de compra para el productor?
Es innegable que existan ciertos costos inherentes a la intermediación: (capacidad de negociación, transporte, merma, costos operativos), además de la ganancia natural del comerciante, pero no podemos dejar que la especulación domine sobre la ética en el comercio. Parafraseando a un profesor de la maestría: “Cuando las cosas no hacen sentido, alguien tiene que poner orden.”
La actualidad, gracias al desarrollo de sistemas de información, nos permite enterarnos del movimiento comercial de los productos en los diferentes mercados donde estos son distribuidos: ya no es difícil conocer cuál es el margen de intermediación que toman los participantes de la cadena comercial. El productor puede, si cuenta con el conocimiento y las herramientas, estar enterado y decidir el precio de venta de su producto. Desde esta óptica, puede incluso darse el lujo de elegir al comercializador.
Pero es lógico suponer que los márgenes de intermediación no podrán ser controlados si no existe una regulación formal[7] al respecto. Quienes reclamen que esto vaya en contra del libre comercio deberán voltear a ver a las grandes compañías: en una buena cantidad de países, los productos tienen precios sugeridos de venta, precisamente para evitar que el intermediario busque obtener una ganancia adicional al porcentaje que ya se ha fijado.
En un modo análogo, entre el productor y el intermediario debería de haber un porcentaje preciso máximo de ganancia, y de la misma forma debería de ser para el intermediario y su comprador. Sólo de esta forma la intermediación será equitable. De nuevo, al final esto redundaría en más equilibrio y el campesino-productor no estaría tan alejado de la cadena de generación de valor financiero, permitiéndole participar en un ciclo económico positivo o creciente
Fig. 2 Ciclo económico Positivo o Creciente
4. RECONOCIMIENTO DE LA IMPORTANCIA DEL PEQUEÑO PRODUCTOR QUE EMPLEA TÉCNICAS NATURALES Y DE HERENCIA CULTURAL
Una característica que diferencia a los productos que compiten dentro de un sector es su calidad. Desde siempre este componente, además de influir claramente en la selección de compra, interviene en la fijación de precio: un producto elaborado con mejores materiales alcanza precios más altos que otro que empleó unos más sencillos.
Hoy en día, cuando el comprador es más sensible a los productos “ambientalmente responsables” (cuya producción respeta al medio ambiente o intenta no dañarlo), es posible obtener un sobreprecio por ellos.
Sin embargo, el factor estético juega un papel preponderante de doble filo: para muchos consumidores, un producto “bio[8]” debe tener características de perfección (un tomate redondo, rojo, sin un solo daño mecánico), lo que ya no lo hace tan natural, pues está producido en un área altamente tecnificada.
El reto para el productor del campo, es el de competir con las grandes compañías que producen enormes cantidades en un sistema estandarizado. ¿Cómo puede hacerse esto? ¿Es posible que Ulises gane una partida al cíclope? Sí, veamos cómo:
Justo como lo hacen los campesinos europeos: obteniendo de sus parcelas los mejores productos de forma artesanal y sobre todo mostrándolo a los consumidores: haciendo ver que una manzana, tal vez menos roja y redonda que la que se produjo en una enorme compañía, tiene un mejor sabor y es más natural: por fresca, porque no se emplearon en ella productos químicos, porque se utilizaron técnicas tradicionales de cultivo.( Es claro aquí que sin una estrategia de comunicación hacia el consumidor final, difícilmente lograrán una reapreciación de sus productos).
Un solo pequeño productor no podrá competir contra las grandes empresas, pero pequeños conglomerados y asociaciones locales pueden hacer una diferencia.
5. DOTACIÓN DE FACTORES TECNOLÓGICOS AL CAMPO, PARA SU REAPRECIACIÓN (CALIDAD DE VIDA)
Si el productor toma conciencia de la importancia de su labor y de sus productos, el campo tendrá más participación en la vida económica de una nación. Esta revalorización hará necesario proveer al agro de recursos tecnológicos (comunicaciones principalmente) que sólo se tienen en zonas urbanas, y en un segundo tiempo, todo esto le permitirá reapreciar el valor de la tierra.
Esto podría tener una gran influencia en la descentralización de las grandes ciudades, forzando el desarrollo de poblados menores y en general del país: la calidad de vida del campo tendrá una característica aspiracional.
CONSIDERACIONES
Expliqué líneas atrás que las premisas anteriores deben ser cumplidas para dar paso a esta Propuesta del Justo Valor, como me he permitido llamar a este esbozo que sin duda recoge apreciaciones diversas y agrega otras.
Lo que no he dicho es porqué las considero condiciones inseparables y necesarias para alcanzar, de la manera más cercana posible, el desarrollo sustentable, visto, por supuesto, desde el espectro latinoamericano. Trataré de resumirlo en unos cuántos párrafos:
- Existe un terrible desequilibrio entre las naciones desarrolladas y las llamadas “en vías de desarrollo”: mientras que el Ingreso per-cápita de naciones como Japón, Suiza o los Estados Unidos de Norteamérica supera los 30 mil dólares anuales, el de países como Perú, Sudáfrica o Brasil no supera los 3 mil dólares; y esto sin contar los países de África (Nigeria tiene un terrible 320 USD)[9]. Casualmente, los países menos desarrollados cuentan mayormente con industrias primarias.
- ¿Por qué revalorar? Porque de no hacerse, ningún país en desarrollo es capaz, de acercarse al menos, a uno desarrollado: los países pobres producen materias primas y los industrializados productos de valor agregado muy alto porque cuentan con la tecnología para hacerlo. Exportamos frutas que no pueden producirse en Europa sino a un altísimo costo y a cambio importamos una tractor ¿Cómo hacemos para pagar un caballo, con las cuentas de vidrio que nos dieron?
- El campo siempre tendrá futuro porque de él obtiene el humano sus alimentos, pero para tomar una posición justa en la economía, requiere de equilibrio entre el precio de sus productos y los que compra: ¿Cuántos kilos de naranja debe vender para comprar una camioneta?
- Los países en desarrollo siempre han sido vistos como proveedores de mano de obra barata: las grandes empresas producen en nuestras naciones y consideran a la labor como un factor más de la producción, tratando de obtener de ella el mejor beneficio sin erogar. Una economía no crece con sueldos bajos, como se explicó en el punto 2. El trabajo del ser humano debe tener un valor suficiente para permitirle adquirir satisfactores y desarrollarse en todos los ámbitos.
- La mayor parte de los clientes son conscientes del valor de los productos (pagan un precio diferenciado por algo de buena calidad u originalidad) e incluso saben que extraerle algo del campo es una labor compleja (un europeo comprende porqué un aguacate es caro), pero no tienen claro que una gran parte de la ganancia queda en manos de un intermediario: debe haber límites en ello.
- Un turista que visita la selva amazónica entiende que una noche de hotel ahí puede tener un alto costo, tal vez equiparable al de un hotel en Nueva York: de acuerdo con su personalidad, elegirá el que más le interese y muchas veces no será el precio quien le haga tomar la decisión final, sin embargo, tal vez ignore que el costo que paga no llega íntegro al hotelero, pues el intermediario toma una parte importante.
- Las 5 premisas esbozadas se cumplen parcialmente en los países desarrollados: tras años de conquistas laborales, luchas sociales, creación de regulaciones, educación e intercambio de información entre los participantes de la sociedad, han alcanzado un modelo relativamente equilibrado (al menos en comparación con los países en desarrollo). Dichas naciones están un poco más cerca del desarrollo sustentable como le conocemos, mientras que los estados más pobres tratamos de dar un salto de la busca del desarrollo económico, al sustentable, sin haber pasado por el primero: nuestro esfuerzo deberá de ser mayúsculo.
- A pesar de todo, los países industrializados subsidian al campo, con todo y la alta utilización de tecnología y modelos revolucionarios de producción: ¿no es esa una prueba que indica que el precio de los productos no es suficiente para pagar sus costos y que la especulación es terriblemente dañina en el sector primario, pues sus alcances afectan toda la cadena productiva? ¿No será que en verdad hay algo que estamos haciendo mal?
- Es cierto que el agro es un aspecto de interés nacional y que elevar los precios es más bien una cuestión impopular, porque de los alimentos depende una gran parte de la población, pero ¿acaso no es cierto que se nos habla hasta el hartazgo de las riquezas de los países en desarrollo y de lo mucho que podrían hacer al explotar el campo? Las zonas rurales son las más desprovistas y las que más ganarían con estos ajustes: ¿no es acaso lo que buscamos: generar riqueza en el campo para empujar toda la economía?
CONCLUSIONES
Las ideas que presento son el resultado de la reflexión, en parte originada gracias a un seminario de la Universidad Nacional Agraria La Molina, y en parte como corolario a pensamientos que han ocupado mi mente a raíz de la propagación de los términos de sustentabilidad, sostenibilidad y equidad, sobre todo en la política.
La sostenibilidad es una moda, tal como lo fue hablar de Economía del Desarrollo, Comunismo, Capitalismo y otras tantas teorías económicas. Es una moda que, como en la mayoría de las anteriores, pocos comprendemos y nuestra clase política utiliza como bandera de lucha, como sinónimo de modernidad, vanguardia y proyecto de vida.
Como lo mencioné al principio, el turismo sostenible, el comercio equitable y la economía sustentable son buenos términos que nos dicen que tenemos que hacer uso de nuestros recursos de la mejor manera, sin comprometer a las generaciones venideras... ¿pero, acaso alguna teoría económica ha llamado al dispendio y el derroche?
Cansado de escuchar siempre que la liberalización comercial y la autorregulación de las fuerzas del mercado haría alcanzable el desarrollo para todos, decidí ir en busca de una nueva idea que realmente considere a los 6’000 millones de habitantes que tiene el planeta. Por un momento pensé en la sostenibilidad, pero he descubierto que en realidad no es tan distinta de otras; he notado también que son pocos sus críticos, (tal vez porque comprenden que en efecto, es una teoría, pero también porque solemos adquirir la información digerida), aunque quienes lo hacen, la acusan de ser un instrumento de dominio de los países desarrollados sobre los pobres.
Por ello, es necesario que cada uno de nosotros analice con mayor detalle el camino que quiere seguir para el planeta, pues es claro que llevamos un rumbo en el que desarrollo significa únicamente el crecimiento económico. Por más que se haga el esfuerzo de la conservación de nuestros ecosistemas y el mejor aprovechamiento posible de nuestros recursos, continuaremos orientados a la acumulación y a la explotación, lo que definitivamente no tiene nada que ver con el equilibrio, sino con la injusta distribución de la riqueza.
Considero que la Propuesta del Justo Valor es únicamente una pequeña parte dentro de lo que engloba el Desarrollo Sostenible, pero de no hacerse algo por estas cinco premisas, será imposible avanzar en la creación de un mundo más justo: las sociedades pasan a ser cada vez más urbanas, ocasionando contaminación, explosión demográfica, desordenes sociales, y otros desequilibrios que no podrán ser compensados sino con una reapreciación de la vida rural.
De ninguna manera llamaría a estas ideas como una vuelta al mundo campirano, sino como la necesidad de generar una distribución de riqueza que nos permitiría de nuevo avanzar en la creación de más desarrollo social: si 6’000 millones de humanos mejoran su calidad de vida, habrá más consumidores, una mayor producción de alimentos y más capacidad intelectual para dedicarla a la exploración y conservación de los rincones del planeta y porqué no, allende.
Para ello, debemos comenzar por trabajar en cadenas de generación de conocimiento, en que se incluyan a grupos interdisciplinarios: primero para que discutan los alcances de estas propuestas y enseguida para que creen consciencia, en las áreas rurales, de su importancia en el ámbito nacional e internacional, pues sin una participación global, la Propuesta del Justo Valor no tendrá validez, ya que los productos podrán ser sustituidos por otros del exterior de menores precios (y estaríamos de nuevo en el punto de partida).
Una tarea que parece demasiado compleja, si se le ve a la vieja usanza, pero en tiempos modernos en que el intercambio de información es casi un juego de niños, no tomaría mucho difundirla entre las redes de universitarias, que tendrían la tarea más espinosa: hacer llegar estas ideas ahí donde la globalización no ha llegado aún, a esos lugares donde las computadoras son aún una quimera y donde el Internet es sólo un sueño.
De otra forma, el desarrollo y la toma de consciencia sobre la importancia del agro y del valor de la mano de obra todavía tendrán que recorrer el largo camino de la apertura de fronteras: cuando los trabajadores rurales partan hacia los horizontes urbanos, nuestras naciones caerán ante la evidencia de que las últimas de nuestras riquezas se van con ellos (el conocimiento del agro y su propia mano de obra), y cuando el campo termine por desertarse, entonces tal vez, los productos de la tierra aumentarán de valor.
Lima, mayo de 2006.
* Licenciado en Comercio Internacional. Actualmente estudiante de la Maestría en Ecoturismo de la Universidad Nacional Agraria La Molina, en Perú.
[1] En glosario de: Conferencia Internacional de la FAO, la Haya, 2001. http://www.fao.org/ag/wfe2005/glossary_es.htm (Si bien el término desarrollo sostenible reconoce algunas variantes, el concepto general es el arriba mencionado)
[2] “Un crecimiento sostenido de todos los sectores de la economía, que tiene una serie de implicaciones económicas, financieras y sociales” Leandro, Gabriel, en Aula de Economía http://www.auladeeconomia.com/articulo9.htm
[3] Según Paul Krugman, en su libro El Gran resquebrajamiento, (Editorial Norma, 2004 -en colaboración con la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, Colombia) En 1980 los más altos ejecutivos de las compañías americanas ganaban 45 veces más que los trabajadores que ocupaban cargos sin responsabilidad de supervisión… para el año 2000, esta disparidad se incrementó hasta número de 458; en México, esta diferencia en el año 2000 es (aunque no dentro de la misma compañía, sino entre el sueldo más bajo y el más alto del sistema económico) de 1 vs. 14930 (Fuente: INEGI, Mexico)
[4] Michal Fairbanks & Stace Lindsay Plowing the Sea Harvard Business Review, 1997
[5] Del latín (que no existe una sin la otra)
[6] “El estado de equilibrio dinámico o el conjunto de mecanismos por los que todos los seres vivos tienden a alcanzar una estabilidad en las propiedades de su medio interno y por tanto de la composición bioquímica de los líquidos, células y tejidos, para mantener la vida” (en Wikipedia http://es.wikipedia.org/wiki/Homeostasis )
[7] La teoría del desarrollo sustentable es un poco más abierta que la teoría clásica del desarrollo económico y reconoce la participación del gobierno para ajustar ciertos desequilibrios
[8] Los Bio-productos son productos comerciales manufacturados a partir de materiales marinos, agrícolas o forestales, renovables. (Bio Recursos) http://www.innowest.com/program/day2/bio_christensen.html
[9] Producto nacional bruto per cápita, países seleccionados, INEGI (Instituto Nacional de Geografía e Informática) México. Datos de 2003.
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