Samuel Bedrich
Tal vez una de las figuras geométricas más usadas para describir la forma en que se constituye la sociedad es la pirámide: las hay poblacionales, de necesidades (Maslow), de jerarquías de gobierno, económicas; nos han acostumbrado a ver las relaciones humanas como un prisma de base ancha y punta que termina en vértice.
Una de las aplicaciones de esta figura geométrica se hace en la economía: hemos aprendido que dentro del sistema mundial en que nos encontramos, la producción total de los participantes se suma y eventualmente, al haber una mayor cantidad de ganancias, éstas se reparten entre los participantes en la economía, un poco a la manera de la imagen de acá abajo.
Esta pirámide tiene algunos supuestos:
• Que en la cima se encuentran los grupos económicamente más pudientes y en la base los menos favorecidos.
• Que en la medida que la economía crezca (y todos trabajemos fuerte), la botella será más grande y el líquido llegará a las copas que están en la base.
• Que simplemente por gravedad, el líquido llegará abajo en algún momento y que sólo hay que ser pacientes.
• Que es lógico que los de arriba tengan más porque lo recibieron primero, pero que una vez que colmen sus copas, el flujo necesariamente continuará descendiendo.
• Que en la medida en que la economía crezca, más copas se anexarán y la pirámide será más grande; se nos explica que por lógica, siempre habrán menos arriba porque la misma forma geométrica así lo requiere (si fuera un cubo, el reparto sería “disparejo”; si fuera un altero, correría el riesgo de derrumbarse)
• Esto último permite justificar que a mayor comercio internacional, más países gozarán de los beneficios de participar en este prisma económico.